En la edición de Febrero de la Revista TheNew Yorker, Tina Fey publicó un brillante ensayo titulado: Confesiones de una Malabarista (Confessions of a Juggler).
El ensayo inicia con la anécdota de cómo un día se encuentra con la sorpresa de que su hija ha sacado de la biblioteca pre-escolar un libro titulado: Mi mamá trabajadora, y en la portada aparece un caricatura de una bruja.
Intentando restarle importancia le pregunta de forma casual a la hija si fue ella quien eligió el libro. La niña contesta que sí, provocando automáticamente el disparo de la aguja de la aprehensión materna en Tina Fey.
El autor del libro es Peter Glassman, con ilustraciones de Ted Arnold, y la historia va más o menos así:
La Bruja madre siempre está ocupada y tiene que volar en su escoba a muchas reuniones de trabajo. A veces la Bruja Madre regaña a su hija brujita por desordenar las cosas de su caldero. La brujita admite que “es muy duro tener una madre que trabaja, especialmente cuando le gusta tanto su trabajo”.
Y continuando con los clichés, en la escena final del libro, la Bruja Madre llega en el último minuto al festival escolar, lo que pone muy contenta a la hija brujita, quien cierra la historia afirmando que “aunque no le gusta que su madre trabaje, no podría verla haciendo otra cosa”.
Tina fey fue muy benévola con el autor de esta bazofia machista, pues solo se limita a decir que aunque no le gustó el libro, “seguramente los autores tenían las mejores intenciones”.
No sé a qué mejores intenciones se referiría, pero lo cierto es que como afirma en su texto Tina Fey:
“tocar el tema de las madres que trabajan es similar a bailar tap sobre un campo minado”.
Y este tema de las madres que trabajan , la llevó a reflexionar sobre otros dos temas igualmente provocativos por varias y distintas razones.
Uno es sobre la brutal condescendencia de algunas personas, que se despliega en la la típica expresión de: ¿cómo le haces para poder con todo?
En realidad lo que hay detrás de la aseveración disfrazada de pregunta (con signos de admiración), es un juicio, ya que se asume naturalmente que en la casa de una mujer que trabaja, existe un caos doméstico, donde los hijos son relegados a segundo plano, ó peor aún: el marido se encuentra relegado a un segundo plano. ¡Qué barbaridad!
Ese cómo le haces con todo, trae detrás una casa sin limpiar, canastos de ropa sucia por doquier, niños sin bañar y sin peinar, y hasta desnutridos. Porque quien pregunta ¿cómo haces con todo? en su fina cabecita no cabe la idea de que exista una repartición de responsabilidades en el hogar, y de que la pareja de uno no es parapléjico.
El segundo tema, tiene que ver con la presión social en la reproducción ajena. Y esto podemos verlo cuando parece que la pregunta obligada a una pareja, es ¿cuándo van a tener hijos? Y cuando ya por fin uno demostró que en efecto es capaz de engendrar a otro ser, y que ya puede ser aceptado en la sociedad como una mujer y hombre de bien, porque ya tiene el hijo tan esperado por todos, viene la siguiente consigna: ¿Para cuándo el otro?
Ese para cuando el otro es el que a mi en lo personal me fastidia más, especialmente cuando estás en los 40’s y puedes ver que todas las razones que pudieras tener para procrear un nuevo ser, son extremadamente egoístas, y en lo último que realmente se piensa es en esa personita que potencialmente podrías traer al mundo.
Y he aquí un listado de las razones que con más frecuencia me han dado aquellos metiches a los que NO les parece nada bien mi decisión de tener un sólo hijo:
- Para que le des un hermanito a tu hija, y no esté solita.
- Porque los hijos únicos sufren mucho (otro pedazo de datos sin análisis profundo).
- Porque luego ya no vas a poder tener hijos y qué tal si te arrepientes.
- Para que tengas la parejita (cómo si uno pudiera elegir el sexo del bebe así nomás).
El ensayo de Tina Fey me hizo reflexionar sobre la cantidad de personas que conozco incapaces de darme una sola razón para tener un hijo pensando exclusivamente en ese futuro bebé. La mayoría tenemos hijos pensando en nosotros, en nuestra “felicidad”, en nuestra satisfacción personal en poder decir “tengo una familia”. Y no señoras y señores el “es que me gustan mucho los niños”, no es una razón menos egoísta.
Hay estudios que desechan totalmente la idea errónea de que la vida en pareja será más feliz tras el nacimiento de un bebé. De hecho prueban que la felicidad se reduce sustancialmente debido a varios factores, siendo los inmediatos el estrés causado por la falta de sueño, y la sensación (natural), de sentirse totalmente vulnerables ante la constante confrontación de nuestras inseguridad como padres, es decir, no sentirnos nunca totalmente aptos ni preparados para el reto, por lo menos al principio. Y a lo anterior suelen agregarse otros aspectos como las preocupaciones económicas y la falta de tiempo para la vida en pareja.
¿cómo voy a pagarle la universidad?
Recientemente tuve oportunidad de asistir a un curso con un grupo de mujeres (madres todas), que de una u otra manera se dedicaban al cuidado de niños o a la asistencia social a familias (hispanas).
En un pequeño receso, la socialización no se hizo esperar, y tampoco el censo de reproducción: ¿cuántos hijos tienes?
–2, 3, 2, 4, 2 –se escuchaban las respuestas del alegre grupo de madres, como si fuera concurso.
Una–dije.
Y la respuesta del maternal público no se hizo esperar: «¿Para cuándo el otro?»
Chinteguas, ya empezamos de nuevo–me dije.
Como para…..nunca.- contesté ante las miradas atónitas del grupo de devotas de la fertilidad.
«¿Porquéeeee?» –Preguntaron a coro más de tres.
Pensé que la mejor estrategia sería la honestidad y proporcionar los datos duros de mi decidida mono-maternidad.
«Bueno, para empezar está el factor emocional. El parto no fue lo que yo esperaba, fue muy difícil, y encima mi hija estuvo un par de días eternos en cuidados intensivos llena de agujas. Así que no creo estar emocional ni físicamente preparada para otro embarazo».
«Segundo, es el factor económico. Cuando pienso en lo que nos va a costar la educación de nuestra hija, es decir, que mi hija termine una carrera universitaria en este país (Estados Unidos), no veo la forma en la que podamos tener otro hijo».
-!¿Pero no puedes tomar una decisión así, pensando en lo económico?! Me dijo una con tono de reprimenda. “!Hay alternativas, becas, hay créditos!” decía alzando las manos al cielo como un predicador.
Y la joya del Nilo, ahí les va:
“además no puedes saber si quiere o no ir a la universidad, a lo mejor decide no estudiar”.- me dijo la predicadora.
“A lo mejor decide no estudiar”, me cimbraban las sienes con el eco de lo que me acababa de decir la Doctora en soluciones infalibles para lograr el fracaso en tus hijos.
Entonces y como suele sucederme muy a menudo, empezó un intenso diálogo interno en mi cabeza:
La educación no es una decisión de nuestros hijos, es un trabajo intensivo de los padres a lo largo de su vida, el cultivar el amor al aprendizaje, la curiosidad en nuestros hijos, de no dejarlos claudicar.
Me gustaría decir que respeto tu mentalidad, de tener hijos y no pensar en el futuro, pero desafortunadamente para mí, esa filosofía del niño trae la torta bajo el brazo ó ahí los hijos que Dios nos mande, simplemente no me convence.
Es un verdadero problema para muchos jóvenes en los estados unidos, sobre todo en estos tiempos donde el desempleo parece ser la regla y no la excepción, tener que preocuparse por pagar las deudas bancarias que adquieren para poder ir a la universidad.
Pero no dije nada de eso y mejor, tratando de ser cordial le pregunté por sus hijos.
«Ahh ellos ya están grandes, mi hija ya se casó está por tener su primer bebé, y mi hijo está por terminar la preparatoria y todavía no sabe si va a estudiar».
La mujer no tenía más de 42 años, pronto ya será abuela y por lo visto si estudia o no el hijo, será una decisión del chamaco.
Maternidad con Limitación de Responsabilidad, qué bonita familia– pensé sin provocar más conversación. «Calladita me veo más bonita», me dije.
En resumén estoy de acuerdo con Tina Fey a describir cómo las preguntas más inapropiadas que pueden hacérsele a una mujer, antes de «cuántos años tienes? ó cuánto pesas? son: el fastidioso Cómo le haces para poder con todo? y el entrometido, Para cuándo el otro?, dicho sea de paso, estos son mis equivalentes a estar embarazada y que cualquier hijo de vecino venga a tocarte la panza! En serio que no hay respeto!
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Me ha encantado el artículo y mas que me siento ampliamente identificado con él, soy una madre que ha decido al menos por el momento no tener más hijos y estoy muy contenta con mi hija de 10 años así como el hecho de trabajar y desempeñarme en mi profesión desde hace 10 años y hasta ahorita no me he arrepentido de haber elegido tal cual, las 2 cosas. Eso si los comentarios de este tipo que se comenta aquí que no pueden faltar. Saludos.
Muy buen articulo, levanto la mano, mama trabajadora, hispana viviendo en USA, siempre me vi con 3 hijos, vengo de una familia de 5 hermanos, y siempre quise algo asi para mi: la familia grande, todos reunidos para Navidad. Pero las cosas cambian, me he dado cuenta que no soy tan paciente como creí serlo, y ademas ahora soy partidaria del dicho aquel: «la familia pequeña vive mejor». Tengo 2 hijas, las cuales llenan mi vida, no me hace falta mas, tengo dos manos, una para cada una:) Pero porsupuesto luego nunca falta el : y para cuando el niño? :/, bueno total de que nunca les das gusto.
Aqui en USA es muy comun ver a nuestra gente con 3,4 y hasta 5 hijos. No critico mas si pienso en mi interior: que valor, los hijos no son enchiladas, ojala y sepan darle una buena educacion a cada uno de ellos.
Saludos.
Polémica vieja para provocar angustias innecesarias.
A cada mujer/madre/obrera le va como ella decida y sus circunstancias le favorezcan… y que bien por cada una.
En mi caso, volví al trabajo después de lactar por tres meses. Eso me puso a volar en helicópteros para regresar a casa a cuidar un hermoso milagro. Mi primer hijo después de 5 embarazos.
Cambie de turno para que el bebito estuviera el mínimo de tiempo en cuido.
Fui la madre mas criticada. Yo pensaba… y me reitero: «Es mejor que mi hijo diga ‘mi mama es trabajadora y le gusta lo que hace’… en vez de mi mama pasa todo el día conmigo, es una neurótica porque dejo de hacer lo que le gustaba por atenderme». Total, el chico iría a la escuela, y yo regresaría del trabajo feliz; iría a la universidad; y yo no seria una frustrada y aburrida cocinando espaguettis. Que quede claro: no critico a las que lo hacen.
A cada mujer/madre/obrera le va como ella decida y sus circunstancias le favorezcan… y que bien por cada una.
Sobre lo del próximo bebito… o la nena… yo neutralizaba los comentarios con » este es mi quinto embarazo, así que hablamos otro día de eso»; y… «ya tengo lo que tengo, no se me ha perdido nada… así que no tengo que buscarlo».
De nuevo… A cada mujer/madre/obrera le va como ella decida y sus circunstancias le favorezcan… y que bien por cada una.
En fin… un abrazote! Me voy a quedar por una esquinita para seguirte.