En la famosa edición de Septiembre de la Revista Vogue, justo a la mitad del bloque de 726 páginas y a punto de sufrir intoxicación por su alto contenido de publicidad, me encontré con un interesante artículo escrito por Elizabeth Rubin:Bye-Bye Baby.
No hace mucho, en abril de este año para ser precisas, Elizabeth Rubin publicó un artículo en los diarios The Guardian y NY Times titulado Mother Courage (Madre Coraje) donde narra su experiencia cubriendo la Guerra en Afganistán como corresponsal adherida al ejército, es decir, en medio de los bombazos.
Lo notable de ese artículo no fueron las descripciones del peligroso contexto que es y posiblemente continuará siendo Afganistan por algún tiempo, o su confrontación con el drama humano: las muertes de civiles, especialmente mujeres y niños, el tener que escapar corriendo de un sitio a punto de ser bombardeado, o llegar a otro y ser testigo de la factura que dejan estos conflictos en la población local o en los mismos soldados. O las simples situaciones cotidianas derivadas de seguir al ejército en sus movimientos: Subir montañas a 7,000 pies de altura a las 4:00 de la mañana, dormir a la intemperie junto a los demás soldados, o tener ganas de orinar y no poder salir de vehículo que los transporta por una zona donde recientemente ha estallado una bomba, o el ejército americano ha enfrentado al Talibán.
Nada de lo anterior tendría el mismo impacto en el lector de ignorar el hecho de que Elizabeth Rubin aceptó la complicada tarea de cubrir la guerra de Afganistán con tres meses de embarazo, y que lo haría a cabalidad hasta un par de semanas antes de dar a luz.
Independientemente de los juicios que cada quien pueda hacerse respecto a la decisión de Rubin de ponerse en una situación de riesgo tal, en su estado, lo anterior es relevante para entender el fondo en su nuevo artículo de Vogue:
Women at War: Bye Bye Baby
Elizabeth Rubin inicia relatando su regreso a cubrir la guerra de Afganistán, dejando a su hija de tan solo cinco meses en Nueva York y el profundo conflicto emocional que inevitablemente le provocaría la siguiente pregunta:
¿Habría sido mejor madre de haber renunciado a venir a Afganistán?
Lo cierto es que actualmente esa misma pregunta tienen que estársela haciendo miles de mujeres que forman parte de las fuerzas armadas de los Estados Unidos: pilotos, médicos, oficiales de todos loas rangos, especialistas en comunicaciones, enfermeras, que también son madres.
Si hemos de utilizar un ejemplo para representar el agudo conflicto que puede significar para la mujer el tener que empatar la vida familiar con la vida laboral, éste, el de la vida militar, tiene que se uno de los más extremos.
Rubin pone como ejemplo de este conflicto, la historia de Alexis Hutchinson, una madre soltera de 21 años quien No se presentó a su puesto para ser enviada a Afganistán, porque no tenía quien se hiciera cargo de su bebé de diez meses.
Este caso originó un debate nacional sobre las duras reglas de la vida militar, especialmente cuando afectan la realidad de la vida familiar: todos los reclutas en el ejército están obligados a tener dispuesto un plan de cuidado de sus hijos, en caso de ser llamados a combatir.
Lo que ocurrió con Hutchinson, es que su madre (la abuela), en el último momento no pudo hacerse cargo del nieto, como habían acordado. Por supuesto la recluta temiendo que su hijo fuera puesto en “Foster Care”(custodia temporal con padres de acogida), prefirió arriesgar ser arrestada. Y así fue, la arrestaron por faltar a las reglas del ejército.
Y después proporciona un dato que realmente me escandalizó:
En los últimos diez años, Estados Unidos, ha enviado a las guerras de Irak y Afganistan a 100,000 madres de bebés y pre-escolares.
¡100,000 Bebés y Pre-escolares con sus madres en una zona de conflicto con riesgo a convertirse en estadística y regresar con sus hijos en un Ataúd!
Cada rama de las fuerzas armadas tiene sus propias reglas respecto al “periodo de gracia” que se le puede dar a una madre antes de ser llamada al Frente. El más estricto es el ejército (Army), que les permite a las madres permanecer con sus recién nacidos cuatro meses a partir del parto. La Naval (Navy) es más benévola, les permite no presentarse a su puesto el primer año de vida del bebé.
Rubin apunta los distintos escenarios que presenta la vida militar para una mujer: el caso de Hutchinson que ha tenido que decidir entre su hijo y el deber del soldado, otras que definitivamente su concepto del deber militar va más allá de la familia por convicción pura. Y otras mujeres que han encontrado su razón de ser en su experiencia en la zona de conflicto salvando vidas o en su interacción con las mujeres y niñas afganas..
Googleando sobre este tema me encontré una discusión en un foro de apoyo a mujeres en el ejército www.militarywomen.org:
Una joven de nombre Brandy se presenta como : “Madre Soltera se recluta en el Ejército”, y su duda es la siguiente:
“Soy una madre soltera que está a punto de salir a su entrenamiento con el ejército en un mes. Firmé un documento de custodia a favor de mi madre durante los cuatro meses que estaré en entrenamiento. Es cierto, que puedo recuperar a mi bebé, después de los cuatro meses? Siempre he querido ser un soldado, pero amo a mi hijo y quiero ser una madre para el. Hay por aquí, algunas madres solteras que han cedido la custodia para poder reclutarse, y al volver han recuperado la custodia de sus hijos? Quisiera respuestas de madres solteras que han pasado por lo que yo estoy a punto de experimentar al ceder la custodia de mi hijo, ir al entrenamiento y recuperar a sus hijos tras regresar del entrenamiento”. Gracias
Para alguien como yo, que no ha tenido jamás la experiencia del servicio militar, pues en México es obligatorio únicamente para los varones, es muy difícil comprender cómo alguien puede optar por complicarse con un dilema tan grande como lo es “arriesgar” la custodia de los hijos, y sobre todo dejarlos por meses e incluso años al cuidado de familiares ó peor aún, de extraños, como explica en su respuesta la mujer identificada como Senior Member:
Brandy: una vez “reclutada” el Ejército es tu Prioridad número Uno. Primero eres soldado, y después madre. Debes ir dónde el Ejercito te envíe/requiera. Es muy difícil ser soldado y madre a la vez. Cuando recuperes la custodia, el ejército te requerirá la presentación de un Plan de Cuidado Familiar, para que demuestres que hay alguien que puede cuidar de tu hijo, en caso de que seas enviada fuera del país (o incluso en algún ejercicio de entrenamiento en otro estado, en caso de que se te asigne a prestar tu servicio dentro del país). Creo que te habrás dado cuenta del grave error que has cometido al reclutarte.
Más adelante en la discusión, resulta obvio que Brandy no había vislumbrado el panorama completo de las implicaciones de ser madre soltera en el ejército, especialmente cuando su país se encuentra combatiendo en más de un frente. Entre otras cosas, no contaba con lo difícil que le será recuperar la custodia del hijo una vez cedida: en virtud de las regulaciones instrumentadas por el ejército, la madre o padre en cuestión recupera la custodia al re-enlistarse. En caso de intentar obtener la custodia antes de esto, se considera “reclutamiento o afiliación fraudulenta”, y el soldado puede ser expulsado del ejército.
Lo anterior fue instituido debido al alto índice de deserción de padres/madres solteros durante el primer periodo de servicio, que al darse cuenta que el proceso de adaptación a la vida militar era de por si desafiante, como para encima agregarle la ansiedad de tener que organizarse para encontrar a quien dejarle la custodia de sus hijos, a quienes prácticamente tendrían que abandonar durante el tiempo que se les asignara a prestar servicio fuera de casa.
Una opción a la que han recurrido los padres/madres solteras, es re-enlistarse antes de que finalice su periodo inicial de servicio, pero de cualquier forma el ejército dispone para esos casos, que el padre no pueda obtener la custodia de sus hijos y estará separado de ellos por dos años, que es a lo que le obliga su Acuerdo de Servicios con el Ejército.
Hay opiniones muy encontradas en este tema de Servicio Militar y Madres Solteras, hay gente que opina que el ejército debe revisar su reglamentación y privilegiar en las mismas, el bienestar de los niños, quienes son los que sufren la separación de los padres por largas temporadas, y además corren siempre el riesgo de orfandad, especialmente cuando sus padres se encuentran asignados en lugares de conflicto bélico como Afganistan.
Como bien apunta en su artículo Elizabeth Rubin, hay daños colaterales de las guerras de Afganistán e Irak, que no están siendo registrados o atendidos, y que afectan directamente a los niños cuyos padres los han dejado para ir a combatir. Cada vez es mayor el número de casos de depresión infantil y otros más novedosos como el “ Trastorno de Desprendimiento Emocional Severo”, cuyo síntoma más doloroso es el que el niño afectado empiece a mostrarse físicamente violento ó deje de comunicarse con el exterior, pudiendo llegar hasta el suicidio.
Les recomiendo que lean el artículo de la Rubin, especialmente porque trata un tema que aunque pueda resultarnos en principio remotamente ajeno, estoy segura que al igual que a mi, les provocará la inquietud de intentar sumergirse en las mentes de estas mujeres que en su búsqueda por un bien mayor, o en cumplimiento del deber, o movidas por la miseria humana tan brutal sobre todo en zonas donde hay guerra, toman la durísima decisión de dejar a sus hijos en pos de construir un mundo mejor ¿Vaya paradoja no creen?
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