Sr. Presidente:
Primeramente debo aclarar que reconozco el valor que ha tenido para enfrentar algunos de los más graves problemas del país y que su tarea es “titánica”, esencialmente porque en mi generación no creo que ha habido un Presidente mas solo en su oficio que usted.
Afirmo lo anterior, porque estoy convencida que no existe en nuestro país, dentro de ningún partido político, sindicato, organización, gobierno federal, estatal, municipal, ni en su propio gabinete, un solo individuo que anteponga a sus intereses personales los nuestros, los de los mexicanos.
Baso mis juicios en hechos tangibles por un lado y utilizando al máximo el sentido común que me han heredado mis padres, pues por mas que trato de encontrar una explicación lógica, no consigo que para mi tenga ningún sentido lo que le está ocurriendo “a” nuestro país. Porque, usted estará de acuerdo en que debe haber algo profundamente mal en México, cuando:
Con más de la mitad de la población sumida en la extrema pobreza, diputados, senadores y todo cuanto se acerca a lo que debería ser el noble oficio de gobernar, no sean capaces de “sacrificar” al menos un porcentaje de los ya de por si elevados salarios que logran arrancarle al erario público. ¿Por qué no se les ha ocurrido crear un fideicomiso con esa “platónica” deducción a su salario, para proporcionar alimentos y medicinas a los más necesitados, en lugar de estar pensando en gravar con un impuesto, lo que ya esta fuera del alcance de muchos?
¿Cómo puede ser que un país como el nuestro, con los graves problemas económicos que la mayoría de los pobladores debemos enfrentar día a día, existan riquezas obscenas que se presumen en los primero lugares de las riquezas mundiales, gracias a la falta de regulación y aplicación de leyes que defiendan el bien común, contra malas practicas empresariales, tarifas exorbitantes en servicios, contratos leoninos y servicios de pesima calidad?
¿Cómo es que con la situación de violencia que azota a nuestro país, los gobernantes no tomen en cuenta la desolación y el terror en la que viven muchas ciudades, sobre todas las fronterizas, y continúen sin realizar su mayor esfuerzo para proteger a los ciudadanos, dejando al mando de las fuerzas policiales a individuos ineficientes e insensibles? Porque aquí no se trata de resolver un caso afirmando que “las víctimas tenían algún tipo de relación con los narcos”, y ya con esto misión cumplida. En verdad ¿les pasara por la cabeza el impacto social y psicológico tan brutal que esta racha de violencia está teniendo sobre todo en nuestros niños y jóvenes?
¿Alguien se ha puesto a pensar que hay ciudades en México, donde por más que intentemos proteger a nuestros hijos y no exponerlos a la violencia que se repite en los medios de comunicación, tenemos que explicarles que el ruido que acaban de escuchar proviene de un arma de alto poder? O, ¿por qué los han tenido que sacar de su kinder a toda prisa en brazos de policías y elementos del ejército, en medio un tiroteo?
Algún diputado despistado por ahí, habrá hecho un cálculo, no definitivo, digamos a “ojo de buen cubero” de: ¿Cuánto nos cuesta a los ciudadanos, la ineficiencia y corrupción generalizada en el “servicio público”, siempre apostando a nuestra incapacidad como pueblo para exigir más de nuestros gobiernos, de los servicios que pagamos y de la información (calidad de) que recibimos?
¿Cuántos recursos se podrían obtener para protección de los ciudadanos y combate a la delincuencia, si nuestros gobernantes se solidarizaran con su pueblo y redujeran el número y costo de escoltas y seguridad personal para ellos y sus familias? ¿Cuánto se gasta en este rubro a diario?
Si se dejara de financiar a partidos políticos “de cartulina” que funcionan como negocios familiares, o cajas chicas de funcionarios ¿cuánto nos ahorraríamos los mexicanos sin este derroche?
Y a “los otros” partidos, ¿no se les podría reducir sus presupuestos, o cobrarles un impuesto tan costoso, que no les convenga operar a menos que exista una verdadera convicción de trabajar por México?
Alguna vez mi padre me dio un ejemplo de lo que él consideraba como uno de los actos mas desinteresados en Pro del desarrollo de un país, y este se encuentra en la historia post-franquista de España. A principios de los ochentas, unos años después de la muerte del caudillo, los partidos políticos de todas direcciones salen de la oscuridad, con claras ganas de imponer su proyecto político pospuesto durante tantos años de dictadura. Aquí esta la democracia, construyéndose, pero como toda buena construcción se requerían buenos cimientos, es decir un Acuerdo Nacional. Entonces, después de mucha discusión, mucha negociación y nada de acuerdo, el Presidente en turno sentó a los líderes de todas las fuerzas políticas actoras en este pedazo de historia, y sencillamente les dijo: “Señores, reconozco que cada uno de ustedes (usó el ‘vosotros’ pero para mi padre era demasiado meterlo a la narración), tiene su propio ideal de país y de camino para construirlo, sin embargo para sacar a España de esta gran crisis, tenemos que unirnos y acordar que el camino sencillamente es hacia allá”, dijo el mandatario señalando con su mano firme hacia adelante. Y fue así como todas las fuerzas políticas se unieron en un solo compromiso: sacar adelante a España.
La intención de esta anécdota no es compararnos con España, y menos cuando vamos por el Bicentenario de la Independencia, pero ¿no cree Sr. Presidente, que sería grandioso que algo así le pasara a México? que todos los políticos se olvidaran de egos e intereses personales y que por un breve instante pensaran en nuestro país, y que en ese breve instante todos acordaran que hay que jalar parejo, aliarse, olvidarse de acciones electoreras, de tranzas y corruptelas, de presupuesto para sus campanas, de licitaciones garantizadas para los suyos, y hacer lo profundamente humano y responsable: sacar este país adelante.
No tengo más recurso que la pluma y por eso le escribo Sr. Presidente, porque estará de acuerdo que “México es un pueblo al que rezar ya no le es suficiente para defenderse de su propio país”.
Con Atentos Saludos
Marga Britto
Acerca de mi:
Soy una madre, ciudadana común, que trabajó ardua y dignamente durante más de la mitad de su vida. Siempre pagué mis impuestos, jamás tuve problemas con la justicia, ni ofrecí ningún tipo de soborno o “mordida” para salir de algún apuro, ni pedí favores para expeditar trámites. También puedo decirle que No vote por usted ni su partido, ni favorezco a ningún otro partido político, por lo que he mencionado en párrafos anteriores, sin embargo reconozco que actualmente usted es nuestro Presidente y que todos debemos trabajar por proteger la Institución y ustedes como gobernantes por representarnos dignamente.