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Archive for noviembre 2009

Sr. Presidente:

Primeramente debo aclarar que reconozco el valor que ha tenido para enfrentar algunos de los más graves problemas del país y que su tarea es “titánica”, esencialmente porque en mi generación no creo que ha habido un Presidente mas solo en su oficio que usted.

Afirmo lo anterior, porque estoy convencida que no existe en nuestro país, dentro de ningún partido político, sindicato, organización, gobierno federal, estatal, municipal, ni en su propio gabinete, un solo individuo que anteponga a sus intereses personales los nuestros, los de los mexicanos.

Baso mis juicios en hechos tangibles por un lado y utilizando al máximo el sentido común que me han heredado mis padres, pues por mas que trato de encontrar una explicación lógica, no consigo que para mi tenga ningún sentido lo que le está  ocurriendo “a” nuestro país. Porque, usted estará de acuerdo en que debe haber algo profundamente mal en México, cuando:

Con más de la mitad de la población sumida en la extrema pobreza, diputados, senadores y todo cuanto se acerca a lo que debería ser el noble oficio de gobernar, no sean capaces de “sacrificar” al menos un porcentaje de los ya de por si elevados salarios que logran arrancarle al erario público. ¿Por qué no se les ha ocurrido crear un fideicomiso con esa “platónica” deducción a su salario, para proporcionar alimentos y medicinas a los más necesitados, en lugar de estar pensando en gravar con un impuesto, lo que ya esta fuera del alcance de muchos?

¿Cómo puede ser que un país como el nuestro, con los graves problemas económicos que la mayoría de los pobladores debemos enfrentar día a día, existan riquezas obscenas que se presumen  en los primero lugares de las riquezas mundiales, gracias a la falta de regulación y aplicación de leyes que defiendan el bien común, contra malas practicas empresariales, tarifas exorbitantes en servicios, contratos leoninos y servicios de pesima calidad?

¿Cómo es que con la situación de violencia que azota a nuestro país, los gobernantes no tomen en cuenta la desolación y el terror en la que viven muchas ciudades, sobre todas las fronterizas, y  continúen sin realizar su mayor esfuerzo para proteger a los ciudadanos, dejando al mando de las fuerzas policiales a individuos ineficientes e insensibles? Porque aquí no se trata de resolver un caso afirmando que “las víctimas tenían algún tipo de relación con los narcos”, y ya con esto misión cumplida. En verdad ¿les pasara por la cabeza el impacto social y psicológico tan brutal que esta racha de violencia está teniendo sobre todo en nuestros niños y jóvenes?

¿Alguien se ha puesto a pensar que hay ciudades en México, donde por más que intentemos proteger a nuestros hijos y no exponerlos a la violencia que se repite en los medios de comunicación, tenemos que explicarles que el ruido que acaban de escuchar proviene de un arma de alto poder?  O, ¿por qué los han tenido que sacar de su kinder a toda prisa en brazos de policías y elementos del ejército, en medio un tiroteo?

Algún diputado despistado por ahí, habrá hecho un cálculo, no definitivo, digamos a “ojo de buen cubero” de:  ¿Cuánto nos cuesta a los ciudadanos, la ineficiencia y corrupción generalizada en el “servicio público”, siempre apostando a nuestra incapacidad como pueblo para exigir más de nuestros gobiernos, de los servicios que pagamos y de la información (calidad de) que recibimos?

¿Cuántos recursos se podrían obtener para protección de los ciudadanos y combate a la delincuencia, si nuestros gobernantes se solidarizaran con su pueblo y redujeran el número y costo de escoltas y seguridad personal para ellos y sus familias? ¿Cuánto se gasta en este  rubro a diario?

Si se dejara de financiar a partidos políticos “de cartulina” que funcionan como negocios familiares, o cajas chicas de funcionarios ¿cuánto nos ahorraríamos los mexicanos sin este derroche?

Y a “los otros” partidos, ¿no se les podría reducir sus presupuestos, o cobrarles un impuesto tan costoso, que no les convenga operar a menos que exista una verdadera convicción de trabajar por México?

Alguna vez mi padre me dio un ejemplo de lo que él consideraba como uno de los actos mas desinteresados en Pro del desarrollo de un país, y este se encuentra en la historia post-franquista de España. A principios de los ochentas, unos años después de la muerte del caudillo, los partidos políticos de todas direcciones salen de la oscuridad, con claras ganas de imponer su proyecto político pospuesto durante tantos años de dictadura. Aquí esta la democracia, construyéndose, pero como toda buena construcción se requerían buenos cimientos, es decir un Acuerdo Nacional. Entonces, después de mucha discusión, mucha negociación y nada de acuerdo, el Presidente en turno sentó a los líderes de todas las fuerzas políticas actoras en este pedazo de historia, y sencillamente les dijo: “Señores, reconozco que cada uno de ustedes (usó el ‘vosotros’ pero para mi padre era demasiado meterlo a la narración), tiene su propio ideal de país y de camino para construirlo, sin embargo para sacar a España de esta gran crisis, tenemos que unirnos y acordar que el camino sencillamente es hacia allá”, dijo el mandatario señalando con su mano firme hacia adelante. Y fue así como todas las fuerzas políticas se unieron en un solo compromiso: sacar adelante a España.

La intención de esta anécdota no es compararnos con España, y menos cuando vamos por el Bicentenario de la Independencia, pero ¿no cree Sr. Presidente, que sería grandioso que algo así le pasara a México? que todos los políticos se olvidaran de egos e intereses personales y que por un breve instante pensaran en nuestro país, y que en ese breve instante todos acordaran que hay que jalar parejo, aliarse, olvidarse de acciones electoreras, de tranzas y corruptelas, de presupuesto para sus campanas, de licitaciones garantizadas para los suyos, y hacer lo profundamente humano y responsable: sacar este país adelante.

No tengo más recurso que la pluma y por eso le escribo Sr. Presidente, porque estará de acuerdo que “México es un pueblo al que rezar ya no le es suficiente para defenderse de su propio país”.

Con Atentos Saludos

Marga Britto

Acerca de mi:

Soy una madre, ciudadana común, que trabajó ardua y dignamente durante más de la mitad de su vida. Siempre pagué mis impuestos, jamás tuve problemas con la justicia, ni ofrecí ningún tipo de soborno o “mordida” para salir de algún apuro, ni pedí  favores para expeditar trámites. También puedo decirle que No vote por usted ni su partido, ni favorezco a ningún otro partido político, por lo que he mencionado en párrafos anteriores, sin embargo reconozco que actualmente usted es nuestro Presidente y que todos debemos trabajar por proteger la Institución y ustedes como gobernantes por representarnos dignamente.

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Pocas cosas en la vida suelen fastidiarme en serio, por ejemplo: la impuntualidad, la injusticia, las palabrotas delante de los niños, las corbatas con diseños de dibujos animados, la gente desconsiderada, los nuevos ricos, los políticos mexicanos y Slim….pero a mi amiga Paula, durante alguno de nuestros habituales almuerzos, le fastidiaba no saber, ¿Qué pasa con el Hotmail cuando te mueres?

La pregunta llegó en seco, sin avisar, y sin ninguna relación con el tema de la conversación que llevábamos hasta el momento, que por tratarse de un jueves, seguramente sería:  “no puedo creer lo nefasto de ese Carlos Marin de Tercer Grado, y ¿por qué Víctor Trujillo no va de Brozo? Como que es más inteligente el payaso ¿no?”). Todos los jueves discutíamos sobre lo bueno y lo malo de Tercer Grado, cuando pensábamos (favor de notar el uso del tiempo pasado) que Loret además de guapo era el mejor periodista del mundo (ay quinceañeras!), y que Denise Merker no tenía par, era nuestra ídolo (sigue sin tener par).

Mi primera reacción fue sorpresa, hasta que mi lento proceso para asimilar, —–¡tal cuestionamiento!—-me permitió lanzar unas fuertes carcajadas. Paula también estalló en carcajadas, pero más por contagio que por convicción, pues para ella, esta pregunta tenía respuesta, “uno no pone su personalidad en la línea de fuego así nomás”.

Bromeamos un buen rato sobre distintas teorías y soluciones para proteger el capital cibernético, siempre la siguiente aún más ridícula que la anterior.  Una de nuestras teorías era que Hotmail contaba con un dispositivo de autodestrucción que se activaba, entre otras formas, cuando el usuario abandonaba su cuenta de correo electrónico por 24 meses continuos. Otra, que en el contrato de aceptación de términos (que nadie leemos completo), se señalaba que en caso de muerte, el occiso tenia 10 días hábiles para notificar a Hotmail, un nuevo domicilio para remitirle su correo. En fin, pavada tras pavada, se acabó el café y regresamos al trabajo, para nunca más hablar de esto.

Un año después, yo ya me había mudado a mi nueva ciudad, y lejos todos y de todo y sobre todo de mis almuerzos con Paula, revisando la ultima edición de la revista THE WEEK, me encuentro con un peculiar aviso. Primero lo leí con la sensación de haber visto antes lo que acababa de leer. Lo leí de nuevo, ahora con la sospecha que seguramente mi inglés no era tan bueno como yo pensaba, para que en mi traducción del anuncio, este hablará precisamente de esto. Pues bien, el anuncio simplemente ofrecía servicios de depósito del patrimonio digital. La empresa fungía como “guardián” de toda la propiedad digital generada durante la vida del individuo, llámese: correos electrónicos, cuentas en servicios digitales, blogs, sitios de Internet, dominios adquiridos, etc. etc. etc. Y a la hora en la que el individuo pasaba a mejor vida, donde las macs y los iphones felizmente no son requeridos, esta empresa se encargaba de traspasar toda esta propiedad “etérea” a los herederos del individuo en cuestión.

Claro que a la velocidad de la luz le envié por fax el recorte de la revista.  No dábamos crédito que alguien hubiera desarrollado y ejecutado como negocio, la “preocupación” de Paula que en su momento tanta gracia nos (me) causó, por lo ridículo que sonaba.

Ridículo o no, alguien ya esta lucrando con esto y mi pregunta es cuanto falta para que este servicio se vuelva una necesidad. Me horroriza pensar que lejos de ir caminando hacia el Internet como un Derecho, igual que el derecho a la información y a la educación, tengamos que preocuparnos por pagar cuotas altísimas de consumo (gracias @Slim), riesgo a nuevos impuestos (gracias @diputados y senadores), y ahora hasta tener que pensar en “asegurar” cualquier cosa que divague por Internet, generada por nosotros.

Paula tiene muchas ideas, algunas realmente brillantes, pero siempre terminamos viéndole el lado chusco a todo. Ese intercambio de ideas es lo que mas extraño de mis almuerzos con Paula.

Mientras escribo esta columna, pienso que quizás de ahora en adelante deba poner mas atención en todas esas cosas que  considero necesarias y tratar de identificar cuales de ellas en verdad son imprescindibles , y cuales son un mero sombrero de plumas.

Gracias por leerme.

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Hoy me he dado cuenta que es posible que haya sido un error no escuchar a aquellos que aconsejan no dejar ver televisión a los pequeños (incluyendo a mi marido, Mr. Maury). He notado últimamente que Mijita toma agua todo el día (literalmente),  y no quiere comer, y eso no se lo he enseñado yo. Tal vez, en lugar de preocuparme debería seguir su ejemplo, otro gallo nos cantaría en los veranitos.

Mi política ha sido medirle el consumo de televisión, y supervisar la calidad de los contenidos, enfocándome casi exclusivamente en TV educativa o pública. En Estados Unidos (desconozco si es asi en otros paises), los Medios Públicos, reciben importantes apoyos económicos, mayormente del ciudadano común y de organizaciones sin fines de lucro, así como de filántropos. Esto ayuda a que los medios públicos, generen y promuevan contenidos de calidad, y las noticias se produzcan “sin tendencias” (dentro de lo humanamente posible, porque está mas que claro que no hay medio perfecto, eso lo sabemos de sobra).

No obstante la supuesta prolijidad con la que he tratado de educar a un “ser” sin “actitudes consumistas”, a la sujetita en cuestión le importa un bledo, reconoce perfectamente a personajes que su madre considera estupidos y poco originales. No mencionaré nombres ni marcas para evitar cualquier demanda, pero baste decir que mijita me detiene en el supermercado para que le compre una “esponja que habla”, o para que la deje llevarse a casa la muñeca más cabezona del planeta (pista: es bilingüe y su mejor amigo es un mono).

¿Cómo se ha infiltrado el enemigo en mi casa? ¿Cómo no pude evitarlo?  Ya se que habrá puristas por ahí, queriendome gritar:  “tira la televisión a la basura”.  Pero sería una hipócrita al hacerlo, porque mi relación de amor y odio con los medios es tan fuerte, que estaría cometiendo casi un sacrilegio, esa es la gran incongruencia de muchos de nuestra generación (aquí me incluyo al 100%): queremos mejorar al planeta, pero no queremos perdernos de nada.

Así que mi gran pregunta filosófica del día es: ¿Qué tanto es tantito?

Entre nuestros amigos puedo encontrar todos los matices y extremos a los que se puede hacer uno en este tema de la tele. Unos de plano No tienen televisor en su casa, y no viven atormentados por que sus hijos no estén al día con las tendencias de los niñetes de hoy, todo lo contrario, sus hijos de 11 y 8 años tocan el piano, leen en tres idiomas, se la pasan regiamente con sus padres cuando están en casa. Otra amiga argumenta que el único momento en el que puede descansar y/o hacer algo más que cuidar que su infante no se meta en problemas con alguna travesura, es cuando lo pone frente al televisor a ver dibujos animados, es su “media hora de sanidad”, dice. La entiendo perfectamente.

La cuestión es tener la certeza de que en este caso quepa la connotada expresión: Todo con Medida; y si es que no aplica, saberlo antes de meter la pata y echarse uno encima la maldición del “adolescente enfurecido”, por ese pequeño error de padre primerizo.

Hace un par de años, la revista canadiense Adbusters (www.adbusters.org), publicó un experimento que consistía en un abecedario. Lo notable de este ABC era que cada letra correspondía a la tipografía o logotipo de una marca distinta. En este momento, me trago mi orgullo para admitir ante ustedes que pasé el experimento con mención honorífica: no me faltó reconocer una sola marca. ¿En verdad soy tan inteligente, o es que la publicidad que nos meten los medios, sin que lo solicitemos, tiene tanto efecto?

No lo sé, pero también puedo cantar todas las estrofas de un jingle de una publicidad de los años 70’s sin equivocarme en una sola nota. Hace fácilmente 30 años, que no he vuelto a ver esa publicidad.

Hasta el Próximo Jueves y Mil Gracias por leerme.

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